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Verdaderas historias de vida en la subestación Margen Derecha
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09/12/2010

Existen verdaderas historias de vida que nacen del trabajo que vienen realizando ingenieros, técnicos y obreros, en la subestación de la Margen Derecha, en Hernandarias. El factor humano, la vivencia y la experiencia de vida, muestran el otro rostro de la futura y ambiciosa obra de la Itaipu Binacional, la línea de transmisión de 500kV.

    

    

Un ejemplar intercambio de solidaridad humana protagoniza los trabajadores y jefes de la subestación de la Margen Derecha de la Itaipu Binacional. En esta primera nota, narramos la historia de una laboriosa mujer del Barrio San Francisco de Hernandarias.

   

En medio de sus extenuantes labores, los obreros que vinieron desde diferentes puntos del país, pudieron contrarrestar la lejanía del hogar, bajo un techo que deja como herencia la calidad humana para Doña María Fátima Vázquez y sus ocho hijos. A cambio, Doña María, les entregó la voluntad plena de la mujer paraguaya tradicional y los variados sabores de su don de cocinera.

    

Desde hace 35 años, Doña María vive en el lugar con sus ocho hijos, trabajando en su copetín, que los obreros bautizaron como "Comedor CIE" (uno de los Consorcios encargados de la obra) y con las dificultades propias de lo que significa cuidar hijos sin un padre de familia. Ella nos comenta algunas anécdotas que marcaron su vida durante estos largos años de sacrificio, lucha y perseverancia.

    

   

"Yo doy gracias a Dios que hayan venido los muchachos a pedirme favores, para hacerles comida. Vino el jefe, creo que es contratado de la ANDE, pero trabaja en Itaipu. Les dije, qué vamos a hacer, yo soy pobre, no tengo sillas, no tengo mesas, no tengo cuchara, tenedor, yo no tengo nada", dijo Doña María al rememorar el inicio de la historia.

   

Según su relato los obreros le respondieron: "Eso no es nada señora, nosotros vamos a ayudar. Nosotros solo queremos sombra para comer. Hay muchos copetines, pero queremos venir a comer acá en tu casa".

   

Entonces, Doña María muy emocionada, les dijo que si ellos van a aguantar, a lo mejor conseguía hacer algo. Incluso les preguntó a los técnicos, si desde cuándo querrían comer en ese lugar y que sí haría la comida, pero solamente bajo pedido.

   

"El muchacho que era jefe de ellos, me dio su aprobación y empecé una semana trabajando fiado. Eran 20 en total quienes venían a comer acá. A las 2 de la tarde, cuando ellos se levantaban de la mesa, me pagaban todo y a la misma hora, me iba a pagar mi cuenta", dijo Doña María agregando que así transcurrió una semana y después volvió a hablar con los obreros, porque ella no tenía sombra para dar de comer a los muchachos.

    

Doña María anhelaba tener un techo donde darles de comer de manera más cómoda a los trabajadores de la sub estación. Entonces le llamó a uno de ellos y vino a hablar con ella.

    

"Le dije si podíamos hacer un pequeño galpón, porque yo tenía un toldito nomás. Hablé con aquel jefe, que se llamaba Daniel y aprobó. Mandó hacer para mi sombra y después me dijo que tenía que apurarme para hacer mi casita, porque ya estaban terminando su trabajo", comentó.

   

"Doy gracias a Dios que, con la ayuda de Itaipu, ellos vinieron a trabajar acá y me mandaron hacer mi casita. Es una sombra muy grande, yo soy una mamá soltera con 8 criaturas. Estos muchachos vinieron de Asunción, Caacupé, Villarrica, y de otras partes. Vinieron a alquilar una casa de dos pisos y se quedaron. Todos los días a las 6 de la mañana, pasaban por acá, a sacar su desayuno que era tortillita con queso y café con leche", dijo sonriente.

   

"Todos los días, llueva o no ellos venían a comer. Los lunes siempre yo mataba gallina casera para preparar borí, borí, los miércoles puchero, los martes tallarín y los jueves milanesa con ensalada", relató la señora ya adoptada como cocinera por los mismos técnicos.

    

"Obras son fructíferas"
Gerardo Ramos, de 45 años, es oriundo de la ciudad de Caacupé. Actualmente, trabaja en el proyecto de la línea de 500 kV. Presta servicios para la empresa Consorcio de Ingeniería Eléctrica (CIE)

  

   

Gerardo cuenta que estas obras son fructíferas desde todo punto de vista, principalmente por la ayuda económica, para sustentar la familia.

   

"Ayuda en la economía, para sostener la responsabilidad de la familia. Soy el único que mantengo mi familia. Tengo 2 hijos, un mayor y un menor. Anteriormente estuve trabajando en Argentina, vine para este trabajo", expuso.

   

El obrero comentó que tiene bastante experiencia en obras. Es montador, mecánico ajustador. Consultado a cerca del relacionamiento que existe entre los obreros, el mismo aseguró que todos se llevan bien.

   

Destacó además que dejar su ciudad por un tiempo para trabajar en la subestación valió la pena.

   

"Para mí vale la pena venir a trabajar aquí, por más que tenga que dejar mi familia, porque en mi pueblo no estaba pudiendo encontrar algo mejor. Al final mi familia y yo salimos contentos", afirmó.

   

"Es un honor porque ayuda al país"
Derlis Rolón tiene 23 años. Vino desde la ciudad de Ayolas en el departamento de Misiones, para trabajar en la construcción de la línea de 500 kV. Comentó que trabajar en el proyecto es un honor, ya que es su primera experiencia en una empresa del "tamaño" de Itaipu.

  

   

"Me ayuda bastante. Es mi primera experiencia laboral como ésta. Para mí, venir a trabajar dentro de la sede de Itaipu es un honor. Sé que esto va a ser beneficioso para el país y eso me deja más contento", indicó.

   

Derlis trabaja para la empresa CIE. Comentó que un amigo le invitó para venir a trabajar, pero él estaba realizando sus estudios universitarios, en ese momento.

   

"Yo era estudiante, pero necesitaba ayudar a mi familia, por eso seguí mi necesidad. Presenté mi currículum y gracias a Dios me aceptaron. Soy soltero, pero le dejé a mi pareja allá. Es un poco difícil para mí, en ese sentido, porque soy joven. Tuve que dejar mi ciudad para venir a trabajar, pero sé que es lo mejor que pude hacer. Tal vez a partir de esto también surjan mejores oportunidades. Ahora mismo, estoy muy contento con mi trabajo y espero continuar aquí", expresó.

  

"No tengo de qué quejarme"
Luis Gauto de 51 años proveniente de la localidad de San Cosme y Damián, del departamento de Itapúa y obrero de la empresa "8 A".

      

   

"El trabajo es un poco sacrificado, porque cuando uno deja su hogar es una perdida para la familia, tengo 3 hijos. De repente ellos no miden la magnitud del motivo. Pero, por el otro lado, es una ganancia para darle sustento a todos ellos. La verdad que no tengo de qué quejarme. Una vez al mes me voy a mi casa, me quedo 4 días allá y les doy alegría cuando llego. Mi familia está feliz, porque tengo para darles el pan de cada día", confesó.

   

Don Luís anteriormente trabajaba en la ciudad de Encarnación, en la Costanera. "Cuando estaba por terminar la obra me salió ese trabajo y sin dudar vine hacia acá. Es un regalo de Dios y pienso que aquí se está haciendo bien las cosas. Las obras de la línea de 500 kV, están avanzando, y gracias a eso, pienso que vamos a seguir teniendo trabajo", indicó Don Luis.

   

"En todo sentido es una ayuda para todos los paraguayos"
César Ramón Meaurio, de 33 años viene desde la ciudad de Coronel Oviedo. Es obrero de la empresa "8 A". Actualmente, se desempeña como albañil en las obras de 500 kV.

   

   

"Estar trabajando aquí me parece espectacular. Salvamos todos los gastos. Es una oportunidad única, porque no siempre tenemos la chance de trabajar en un lugar en donde tenemos muchos beneficios. El trabajo de la línea de 500 kV, en todo sentido, es una ayuda para los paraguayos", aseveró.

   

Sobre el motivo de su venida para trabajar en este proyecto mencionó que "vengo para ayudarle a mis padres, ellos ya no tienen la fuerza necesaria para poder tener un trabajo exigente, ya dieron todo lo que podían dar en su tiempo. Ahora me toca a mí y gracias a estas obras las estoy consiguiendo. Estoy hace 8 meses trabajando aquí y pienso quedarme mucho tiempo más aún", confesó.

   

"Gracias a este trabajo"
Fidelino Riquelme tiene 24 años y proviene de la ciudad de Itá. El obrero comentó que necesitaba un trabajo, por eso migró al Alto Paraná. Empezó de abajo y gracias a su perseverancia logró hacer carrera y va ascendiendo en su labor.

   

   

"Me encantó este trabajo. Tengo que confesar que dejé mi ciudad por necesidad. Cuando comencé recién era un simple ayudante. De a poco pude ir avanzando. Aquí en Itaipu, pude aprender muchas cosas, y también a conocer mucha gente no solamente de aquí de la zona, sino de otras ciudades del país. Aquí estamos entre 16 personas que estamos haciendo la parte de cañería anti-incendio, con este trabajo estamos hace 3 meses", explicó Riquelme.

   

Fidelino comentó que está trabajando aquí hace 4 meses. Antes trabajaba en Argentina, en la ciudad de Gualeguaichú. Referente al desarraigo, dijo que le cuesta un poco, pero aseguró que todo vale la pena.

   

"Cuesta un poco el desarraigo, pero la verdad que vale la pena abandonar mi ciudad, primeramente por lo monetario, y otro por las experiencias con la gente", aseguró.

   

Don Fidelino Riquelme, vive actualmente en una vivienda ubicada en la ciudad de Hernandarias, con un grupo de 8 personas.