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Damnificados abogan por un “sí, a las mil casas” del barrio San Francisco
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19/04/2016

Más de 450 familias damnificadas marcharon pacíficamente, por la avenida principal de Zeballos Cué, hasta el predio donde se construirá el futuro barrio San Francisco. Durante la caminata, elevaron una oración para sensibilizar a los políticos, como así también a los propios vecinos de la zona, sobre la imperiosa necesidad de contar con soluciones habitacionales definitivas.

“No somos delincuentes, somos familias humildes que sólo necesitamos un lugar donde vivir”, era la frase que iba de boca en boca entre las personas, todas ellas damnificadas, que en la noche del lunes realizaron una marcha, a fin de pedir que no frenen la obra del futuro barrio San Francisco.

Expresaron que en el espacio donde será construido el barrio modelo, con mil casas para los damnificados, no existe área boscosa espesa, y que todos lo saben, sin embargo, a instancia del Senado, se presentó y posteriormente se ratificó el proyecto de ley “Que declara área silvestre protegida con la categoría de manejo de reserva Ecológica Zeballos Cué”.

En semanas más, la Cámara de Diputados volverá a revisar el documento, ya sea para aprobarlo o rechazarlo, motivo por el cual, las familias bañadenses abogaron a que se dé continuidad al proyecto de las mil viviendas del barrio San Francisco, atendiendo que no existe ningún daño ambiental.

Fue así que los damnificados hicieron una marcha pacífica, hasta llevaron a sus santos en andas y concluyeron la caminata, con el rezo del Padre Nuestro.

A continuación, publicamos algunas historias de los damnificados y la importancia que tienen en sus vidas, la posibilidad de contar con una casa propia.

Carlos Ortellado.

Dos años en el refugio

Carlos Ortellado, bañandense, exteriorizó su preocupación, por algunas trabas que están poniendo a la construcción del barrio San Francisco. “Este 11 de junio se cumplirán dos años que estamos viviendo en casas precarias. Mucho ya sufrimos, muchas humillaciones ya pasamos, nuestros hijos son marginados, porque viven en refugios. Acaso no tenemos derecho de tener una casa digna”, se preguntó Ortellado.

Teníamos todo, ahora nada

Víctor Riveros.

Víctor Manuel Riveros recordó cómo era su vida antes de la inundación. “Teníamos una casita, con un patio grande y lleno de árboles. Criábamos chanchos y gallinas que nos servían para comer y para vender. Tenía también un caballo, porque soy reciclador, pero de golpe subió el río y una madrugada amanecimos bajo agua, la mayoría de nuestros animales murieron y semanas después, mi casa se derrumbó. Ahora no tengo casa y soy padre de cuatro hijos”, contó Víctor.

Comentó que hace dos años vive en los refugios y la vida no es fácil. “Cada vez que hay temporal nosotros rezamos para que no vuelen nuestras terciadas. Sólo los que no tenemos casa, sabemos ese sufrimiento cada vez que hay viento fuerte. Y cuando surgió la noticia de que se iba a construir el barrio San Francisco, pensé que por fin íbamos a tener una oportunidad”, expresó el reciclador.

Amelia Vázquez.

Por el futuro de su hijo

Amelia Vázquez es otra damnificada, que vive hace dos años, de manera precaria, en los refugios. La crecida del río Paraguay la dejó sin hogar. “Anteriormente vivía en el barrio Santa Rosa de Trinidad. Cuando vino la primera gran crecida perdí casi todo. Hasta ahora mi casa sigue en el agua, mi hijo (no más de 2 años de edad) no conoce otra vida que la del refugio y creo que tiene derecho a un futuro mejor”, indicó.
 

Nidia Barrios.

Por sus nietos

Nidia Barrios es la típica abuela paraguaya, que al terminar de criar a sus tres hijos, ahora se hace cargo de 7 nietos. Vivía en una humilde casa camino al Mbiguá (barrio San Miguel) y perdió todo. “Yo me negaba a salir, pensaba que la crecida iba a parar, rezaba todos los días para que pase eso, pero un día amanecí con el agua hasta la rodilla, mis pocas cosas se destruyeron y hace dos años vivo en el refugio, con mis nietos”, contó la abuela.

Rafael Benítez.

Perdió su carpintería

Rafael Benítez vivía en la zona baja del barrio Tablada y se mudó a uno de los refugios, hace tres meses.

“La crecida fue mortal para mí. Yo soy carpintero, la gente dice que somos marginales, delincuentes, pero es mentira, de todo estamos en el refugio. En mi caso, tenía mi carpintería y tenía mis clientes, ahora no tengo ni lo uno ni lo otro. Perdí, por ahora, mi oficio, pero como tengo motocarro, ahora me dedico al flete”, contó el damnificado.
 

Martha Ramírez.

Difícil situación

Martha Ramírez vivía en el barrio San Roque, le llegó el agua y se instaló en uno de los refugios. “No es fácil vivir de la forma que estamos viviendo, hace dos años estoy así. Tenía mi casa propia, pero se quedó bajo agua y me trajeron en el refugio con mis dos hijos. No es fácil vivir en este lugar, mis hijos no saben lo que es disfrutar de un patio, de jugar libremente porque vivimos todos ojo´aripa (encimados)”, contó Martha.